A veces, las tristezas nos paralizan. Nos sumergimos tanto en el sufrir que ya no sabemos como salir de esa pena. Hay algo que dentro de nosotros no nos deja ver más allá del dolor. Eso que nos atormenta el alma, son cargas, son heridas que se sienten muy atadas al alma y nos congelan. Esas cosas no nos permiten dar un paso hacia lo que Dios nos desea ofrecer que es la felicidad plena. Cuando sientas que la tristeza paraliza tu vida convirtiéndote en estatua es hora de ir a donde Dios y descargar el alma. Es hora de ir a donde nuestro Padre Celestial y desahogarnos. Dejar todas esas penas en Sus manos y pedirle a El que nos llene de Su amor, que nos llene de Su sanidad, que nos llene de Su paz y que nos deje ver que entre lágrimas El sigue siendo Todo Poderoso y que cada una de esas lágrimas El las recoge en Sus manos pues no caen en vano. El quiere que sepas que aparte de ser Tu Padre Celestial, El es un gran Consolador de almas. Permite en esta hora que tu alma se desborde frente a Tu Padre y puedas recibir Consuelo en Su Presencia. Deja que El recoja tus lágrimas y te permita caminar sin que la tristeza te paralize como estatua. El ha de sanar esas heridas, solo llega al taller del Maestro y deja que el repare tu alma.
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