La santidad de una persona no yace en las obras perpetuadas para sentirse santo sino en la obra perfecta de Jesús en la cruz por lo cual somos por Su sangre justificados. La santidad es darse cuenta que es el Espíritu Santo quien nos santifica, haciendo que día a día seamos menos de nosotros y más de Cristo, haciendo que muera el "yo" y crezca El en mi. La santidad es apartar tu corazón, tu voluntad y todo lo que eres para Cristo sabiendo que solo en El puedes hacer todas las cosas y solo en El puedes entender cual es tu verdadera identidad como hijo. No somos nada sin El pero sabemos que hay promesas y herencia para los que son verdaderamente Sus hijos. Tal vez, muchos de nuestros pecados pudieran ser tan rojos como la sangre pero si aceptamos a Cristo como único Salvador esa sangre de Jesús nos blanquea tanto que quedamos resplandecientes delante de El, y por Su puro afecto somos enteramente limpios. Esto se llama santificación por medio de Su gracia y perdón.
"Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana." (Isaías 1:18)
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