La mente es paridora de pensamientos como también puede ser hogar de los mismos. De ti depende a qué pensamientos le ofreces albergue y por qué tiempo pues no todos deben ser inquilinos de tu mente y mucho menos visitantes de tu corazón. Guarda tu mente y llénala solo de la verdad de Dios para que tu corazón nunca sea contaminado y puedas vivir en la paz que solo ofrece Él. Deja que Dios sea quien viva en tu mente y corazón.
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