jueves, 31 de marzo de 2011

Murmuramos, enjuiciamos, condenamos y dividimos un Pueblo: ¿Para eso fuimos llamados?




He notado que en el pueblo de Dios, se ha colado una práctica que esta dividiendo a las iglesias. Esta práctica hace daño tanto a la iglesia como a los inconversos. Estamos hablando de las murmuraciones, de los señalamientos desde el púlpito, de la condenación entre hermanos y del enjuiciamiento dentro y fuera de la misma iglesia. Hermanos, esto se ha convertido en la estrategia preferida del enemigo para dividir al pueblo de Dios. Y cuan bien, le hemos dado cabida a esto en muchas iglesias. Ya prácticamente se ha convertido en dóctrina enseñada y justificada por diversos sectores. Tengo que con mucha pena tocar este tema que es de suma importancia para el pueblo de Dios.

Debemos empezar por conocer para que somos llamados; pues sepan que Dios nos ha llamado no a ser "jueces" sino a ser los que prediquemos Su palabra, a ser los que llevemos Su palabra a las naciones. "Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones..." - San Mateo 28:19  Cuando utilizamos nuestro llamado de predicar a las naciones o sea, a todo el que encontremos de frente para lastimosamente enjuiciar a la persona; en vez de hablarles del plan de salvación, del amor de Dios, del perdón, de la misericordia de Dios y de como por amor a El debemos obedecerle y comenzamos a mandar a esa persona directamente al infierno, sepa que estamos condenando a ese ser y nos estamos nosotros mismos nombrándonos como jueces. Si vamos a la palabra de Dios, encontramos diversos textos que nos hablan de la delicada posición en que se coloca quien juzga.

Veamos lo que dice Santiago 4:11-12 -"Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura de su hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. Uno sólo es el dador de la ley, que puede salvar o perder; pero ¿tú quién eres para que juzgues a otro?
Palabra poderosa es esta, si analizamos el contenido de este texto vemos como se nos exhorta a primero no murmurar de otros. ¿Y que es murmurar? Más bien murmurar es cualquier comentario despectivo, acusatorio o con mátices de rumor que comentemos de otra persona a terceros. Segundo, nos dice y advierte que el que murmura de su hermano o juzga a su hermano lo hace en contra de la ley. O sea, nos está diciendo claramente que no debemos ni murmurar, ni enjuiciar a nadie. ¿Y por qué no podemos pasar juicio sobre alguien? Pues en ese mismo texto se nos específica que UNO sólo es el dador de la ley, en otras palabras UNO sólo es quien da la ley y quien puede JUZGAR y ese es DIOS. Entonces, vemos en la palabra que nos pregunta claramente: ¿quién eres para que juzgues a otro?. Esta pregunta es directa a todos nosotros, ¿quiénes somos para juzgar a otros o es que acaso somos los hacedores de las leyes y tenemos ese título de poder enjuiciar y condenar al prójimo?

Antes de que me contesten esa pregunta tengo otra palabra de Dios que nos arroja luz para que puedan reflexionar en su respuesta y es esta: "¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aún uno..." - Romanos 9:10  Ciertamente este texto sacado de una de las epístolas de Pablo que dirije a los cristianos que vivían en la capital del imperio de Roma, nos expresa una verdad contundente y es que ninguno bajo esta Tierra es perfectamente justo por lo que en la carencia de esa justicia perfecta, no está en la posición de ser juez. Nuestra naturaleza humana es la de seres pecadores, por ende, ya que todos somos pecadores no hay uno que pueda servir de juez entre medio de nosotros. "Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, siendo JUSTIFICADOS gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús..." -Romanos 3:23-24  Realmente, todos somos pecadores y nadie es llamado a ser JUEZ, solo uno es Juez y nos justifica por medio de Su gracia  y esto es un regalo que no merecemos pero que nos es dado por Su misericordia cuando creemos por fe en el sacrificio que hizo por nosotros enviando a Su único Hijo para que derramara Su sangre y nos diera ese regalo de salvación. El nos limpia de todos nuestros pecados y nos hace nuevos, nos liberta, nos sana el alma y desea que nosotros compartamos esa bendición de darle las buenas nuevas a todas las naciones predicando ese evangelio de salvación no de condenación. Enjuiciar no es nuestro llamado. Somos llamados a edificar y a levantar al caído no a hundirlo más. No es que le pasemos la mano al pecado es que con amor exhortemos al pecador para que se de cuenta de la ruta errónea que recorre y le demos la alternativa del plan de salvación.

Amor, compasión, misericordia, perdón y empatía son palabras difíciles de digerir para aquellos que se autodenominan con la potestad de ser los "enjuiciadores" dentro de las iglesias. Precisamente, Jesús nuestro Dios en esencia es la definición perfecta de lo que es amor y debemos imitarle en todo. ¿Acaso El nos ha llamado a lanzar piedras acusatorias sobre el techo de nuestro hermano? ¿Qué nos diría Jesús si fueramos nosotros los que llevaramos dónde El una queja o rumor de nuestro hermano? ¿Qué haría Jesús si con nuestras piedras de "enjuiciamiento" queremos azotar a otros? ¿Acaso no nos diría como le dijo a aquellos que deseaban apedrear a aquella mujer adúltera? ¿Recuerdan Sus palabras? Creo que hay muchos que han de tirar sus piedras al suelo en esta hora.

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